noroeste de la Capital, hace décadas brillaba gracias a la
extracción de oro en las minas que llevan el mismo nombre. Hace cien
años era toda una ciudad: No sólo se encontraba la planta de
procesamiento sino que la rodeaban depósitos, casas, una iglesia y
corrales para proteger a los animales. Eso era antes. Ahora, el
olvido lo cubre todo.Sin embargo, quienes han estado ahí coinciden
en que es algo más que un pueblo fantasma. Lo que uno conoce como
pueblo fantasma es, en sí, un lugar con casas abandonadas. Y nada
más. En Hualilán, por supuesto, no vive nadie. Pero sí tiene
habitantes. Al menos en eso coinciden muchos de quienes por
curiosidad, diversión, estudio o trabajos de exploración minera han
tenido que pasar una o varias noches allí.El relato coincide
siempre. Gritos y gemidos que suenan como si vinieran de adentro de
las construcciones abandonadas se mezclan con el característico
ruido de las cadenas que se arrastran por el piso y las paredes.
Algunos alcanzan a ver, incluso, tenues luces entre las que
parecieran percibirse rostros devastados por el sufrimiento.Una
escena de terror en la que los testigos no son más que espectadores.
Esos entes parecen absortos en sus propias desgracias. Quienes son
sorprendidos por la noche allí están obligados a escuchar y ver,
pero no son atacados ni agredidos.Quienes no pueden con esto y
necesitan darle una explicación, ya han generado dos versiones. Unos
aseguran que los ruidos fantasmales son producidos por el alma en
pena de quienes, durante la colonización, trabajaron en ellas como
esclavos. De más está decir que recibían un tratamiento feroz y que
muchos murieron porque no lo resistían. La otra versión señala que
son los fantasmas de los presos que fueron alojados allí cuando, en
la época de Federico Cantoni, funcionaba una cárcel en las
instalaciones mineras. Aseguran que a ese lugar eran enviados los
reos desde la Capital, siendo torturados y, muchos, ajusticiados.Esa
es la leyenda. Por su lado, las minas de Hualilán se cuentan entre
las de mayor antigüedad del país respecto a la extracción de oro.
Los primeros en explotarlas fueron los aborígenes de la zona y
después los incas. En la conquista se beneficiaron los españoles con
los yacimientos. Durante la guerra de la Independencia y luego la
organización nacional la explotación del oro decayó hasta que
resurgió a finales del siglo XVIII.
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